McMurdoch ajustándose el gorro se preparó e hizo un pequeño repaso. “Pistolas, cuchillos, espada, granadas... perfecto” McMurdoch saltó del palo mayor de la “Libertad Duradera”
-¡Qué haces loco!- pudo oír vociferar a Boabdil en cubierta.
Estiró la tela blanca atada con cuerdas a una mochila y conseguió lo que quería... Volar.
Surcó el cielo ahumado por la batalla y al sobrevolar la embarcación enemiga soltó unas cuantas granadas en la cubierta del titánico buque de Reis, librando a sus camaradas de un grupo de adversarios que estaban a punto de cortar las cuerdas con las que se disponían a abordar.
Tocó la madera del buque, rodó por ella con una daga en cada mano tajando las piernas de los sorprendidos enemigos que caían de rodillas a su paso. Al levantarse de un salto, arrojó los cuchillos certeramente a dos enemigos que se desmoronaron en el suelo. Inmediatamente desenfundó una pistola y disparó a bocajarro a un oponente que blandía contra él un hacha de leñador con intenciones aviesas. Sin casi tiempo para reaccionar, desvió con la pistola un tajo que una mujer con la boca cosida y la mirada perdida le lanzaba con un cuchillo de cocina. Consiguió apartarla de una patada, para a continuación golpearle la cabeza con la culata del arma librándose de la fémina.
McMurdoch, miró a su alrededor, el buque estaba lleno de cuerpos destrozados por las balas de cañón, pero aún así, parecía haber cientos que salían como hormigas. Otra mente menos trastornada hubiera sentido pavor. La tripulación del Bandera no eran marineros, eran hombres, ancianos y mujeres, semidesnudos y con la boca cosida con una hebra del color de la sangre, algunos, ni siquiera poseían armas, pero se lanzaban con igual ferocidad. Sólo Theus sabía qué clase de tortura habían sufrido, pues en sus ojos ya no había rastro de humanidad, sólo locura y fanatismo.
Ahora ya sabían cuál era el destino de los pueblos y marineros desaparecidos.
Afortunadamente para él, la cordura era un puerto del que hacía mucho había partido. Desenfundando su espada se enfrentó a aquella horda con audacia y una sonrisa en los labios.
Empezó a tararear, mientras se defendía con su acero de los torpes ataques de aquellos pobres desgraciados.
-Tatatata,ta,ta,ta,taaaa, tatatata,ta,ta,taaaa, titoti, titoti, titiritotiti, titoritoti.- sacó un cuchillo y lo lanzó, clavando un pie en el entablado a uno de sus contrincantes que blandía una cachiporra con clavos. Pero éste siguió avanzando arrancándose parte del pie sin que pareciera notarlo, esto pilló por sorpresa a Tony, que al darse la vuelta para encararse a él, notó como otro de los hombres de Reis le agarraba para inmovilizarlo. El hombre, si aún se le podía llamar así, atacó con el arma dispuesto a aplastarle la cabeza, pero consiguió inclinarse lo suficiente, para que el enorme garrote pasará por encima de su nuca, las puntas le peinaron su gorro antes de clavarse en el rostro del fulano que le sujetaba, el impacto fue tal que las costuras de su boca se soltaron lo suficiente para oír junto al ruido del cráneo rompiéndose un leve quejido. Tras soltarse de la presa, disparó a bocajarro una de sus pistolas en el torso del enemigo mientras este intentaba retirar su arma de la aplastada cabeza de aquel infeliz.
Desenfundó otra pistola y abatió a otro oponente y con un rápido movimiento destripó a otro. Pero Tony se dio cuenta de que pronto se vería superado por cada uno que mataba dos le sustituían y aunque se defendía con precisión de todos los ataques le estaban acorralando contra la borda de Estribor.
Pronto se vería sobrepasado y se preparó para tirar de las mechas que encenderían las granadas atadas a su cuerpo, que le permitirían irse al otro mundo de una forma épica…¡un inventazo!
Un alfanje y una enorme figura bastante reconocible se abrió paso paso hasta él a tajazos.
-¡Loco!, como tires eso te mato.- farfulló su compañero lunar.
-Sabía que me querías BA, lo sabía.
