El Alzamiento de Reis (8): Fabrizzio

Solapas principales

Respirar se estaba convirtiendo en un ejercicio doloroso y agónico. Es lo que tiene cuando los pulmones se te están encharcado de sangre.

Fabrizzio volvió a toser sangre apoyado en la borda. La cosa tenía mala pinta, la traicionera pirata le había atravesado como a una aceituna castellana, agujereando con ello seguramente un pulmón y vete a saber cuántas cosas más.

Sus compañeros habían caído sobre ella como la ira de Theus. Heinrich se había arrojado desde el mástil acuchillando y rajando la vela para amortiguar el descenso, Achmed también se había descolgado de la misma manera, pero éste decidió utilizar la fuerza de la caída para derribar a un grupo de enemigos que acosaban a McMurdoch, partiendo el espinazo a más de uno. Cuando los tres iban a cruzar sus espadas contra la capitana de la “Tigresa” , ésta soltó una carcajada.

-¿Tres contra mí?, estáis en desventaja anormales. -Al declarar esto Mühle, con su estúpido sentido del honor, hizo un gesto a sus dos compañeros, se encargaría él. El lunar se ocupó de que ningún tripulante del Bandera interviniera en el duelo. Tony se había acercado para socorrerlo.

-¡Capitán!- gritó el timonel, al llegar a su altura rompió la camisa del vodaccio e intentó taponar la herida de la espalda mientras con otro trozo de tela trataba de hacer lo mismo con la herida del pecho.

- Tenías que romperme la ropa…- se quejó con un hilo de voz

- Bueno, ya era roja- se justificó su excéntrico colega.

- Anda, intenta ayudarme a levantarme…¡Oh! ¡Por los huevos de los profetas!...¡No,no, suéltame, suéltame!- No podía moverse sin que un dolor sobrehumano le abrumara. -Estoy jodido- pensó, mientras la cara del timonel se llenaba de preocupación.

-Tranquilo, peores heridas he sufrido- mintió Da Frágola- Ve a por un par de chicos, a ver si esos vagos me pueden ayudar Después nos vamos todos felices e invito a la primera ronda por la victoria.- McMurdoch sonrió y se fue a cumplir las órdenes de su capitán. Y él se quedó como espectador de lujo del titánico duelo entre Muhle y la zorra que lo había apuñalado.

-¡¿Por qué?!- gritó su amigo, mientras su espada producía chispas al chocar contra la cimitarra de Marie Janine.

- Mató a Hulda, no tenía derecho, era miembro de mi tripulación. Quien derrama la sangre de la Tigresa lo paga con sangre ¡Cretino!- contestó ella, haciéndole retroceder con una lluvia de estocadas que apenas podía parar su primer oficial.

- Por culpa de tu amiga, estamos aquí, ella nos traicionó a todos y tú quieres vengarla, estás tan loca como ella.

- Era mi primer oficial, yo debería haber decidido qué castigo tenía que recibir. Pero vosotros los hombres siempre tenéis que pasar por encima de nosotras y al asesinarla sin mi consentimiento, menospreciásteis mi autoridad. Pues bien, la ley del mar me da la razón y mi vendetta contra tu capitán es perfectamente legítima y por ello se irá a cenar con los Profetas esta noche...

-Hija de puta- Pensó Fabrizzio. Mientras cerraba los ojos apunto de desmayarse, tuvo una ensoñación con Sofía, sintió los labios de la mujer y recordó con nostalgia aquel breve pero intenso amor de su juventud. -¡Vaya! Pues sí que me estoy muriendo.- razonó con amargura cuando volvió abrir los ojos. Después apretó el gatillo y la capitana de la Tigresa cayó al suelo con la rodilla destrozada por un balazo. En realidad él apuntaba a la cabeza, pero con la vista nublada su puntería dejaba mucho que desear incluso a esa distancia.

-Da Frágola- exclamó Muhle con tono de reproche. Mientras el lunar le miró con mezcla de asombro y divertimento.

-Sí,sí...duelo de honor y tal, pero las heridas mortales me vuelven impaciente, si pudierais…- antes de acabar la frase salieron de una las trampillas de la bodega otro lote de aquella chusma con boca cosida.

-No me van a dejar morir tranquilo.- se lamentó el herido capitán. No era de las oleadas de enemigos más grandes que habían sufrido desde que abordaran el buque, pero sí lo suficiente como para mantener ocupados a sus dos amigos y a McMurdoch, el cual intentaba desesperadamente acercarse hasta él, junto a dos de sus hombres.

Arrastrándose por el suelo, entre los cadáveres de aliados y hombres de Reis, Marie Janine se acercaba a Frágola con un cuchillo en la mano.

Fabrizzio tosió otro escupitajo sanguinolento, notaba que las fuerzas le abandonaban, sin duda el final se acercaba. A pesar de ello no pudo evitar reírse a ver a la capitana de la Tigresa arrastrándose por el suelo teñido de sangre.

- Míranos, leyendas del mar - Le tiró la pistola descargada a la cara sin atinar, pues ya apenas veía.-Tú arrastrándote y yo muriéndome... ¡Cantarán canciones en las tabernas de toda Théah!

- Te mataré- Dijo la mujer mientras se colocaba a su altura.

- Ya lo has hecho zorra.- La risotada le dolió, pero valió la pena ver como se enfadaba más aún.

- Sí, pero esta vez me voy a llevar tu cabeza bastardo.- Afirmó colocándole el cuchillo en la garganta.

- ¡Da Frágola!- oyó gritar a Heinrich desesperado, mientras él y sus compañeros hacían lo imposible para acercarse a su capitán y conservar la vida en el intento. Fabrizzio cerró los ojos.

Entonces escuchó un grito de horror que le heló la sangre tanto a él como a Marie Janine, que giró la cabeza desconcertada.

- ¡Madre de Theus!- susurró el vodaccio.

El espectáculo que vio, era sin duda único y aterrador. Jean Dyson, se acercaba a él, la bruja vodaccia que llevaba desde el Parlamento con ellos, andaba con suma tranquilidad por la cubierta del “Bandera”, parecía que paseara por la playa, salvo quizá por dos detalles, el primero es que tenía los ojos en blanco, el segundo y más inquietante, eran los zarcillos negros que parecían brotar alrededor de su cuerpo. Eran hebras negras del destino y cuando una de ella tocaba o simplemente rozaba a alguno de los tripulantes del bandera estos se arrancaban con las manos los hilos de sus bocas mientras empezaban a gritar como posesos, para después suicidarse con sus propias armas o tirándose por la borda.

-¡Quién coño eres tú!- Gritó la capitana amenzándola con el cuchillo.

-Mi nombre...es Beatrice…-su voz era lo más parecido a una diosa llena de poderío, una de las hebras negras acarició el semblante de la pirata con la ternura de un amante. El hilo se partió en dos.

Marie Janine, Capitana de la Tigresa y Reina del Mar Prohibido, chilló de una forma que le puso los pelos de punta al pirata vodaccio y después se cortó el cuello, derrumbándose muerta.

Fabrizzio alucinado se limpió la sangre de la pirata del rostro.

Jean le miró con expresión de ternura en su hermosas facciones. Entonces como la cola de un escorpión una hebra blanca y resplandeciente surgió de ella y tocó su cuerpo. Creando un puente de luz entre ellos.

Da Frágola sintió como si un rayo le alcanzará y el dolor de la estocada le pareció insignificante

-Hay trabajo que hacer, Caligari.- afirmó la vodaccia por última vez antes de desfallecer. La delgada hebra blanca pareció alargarse un par de centímetros.